Los cambios tan dinámicos que se producen en la sociedad obligan a desarrollar una educación diferente, una formación espiritual, más sana, es decir, una Pedagogía del Amor, también llamada Pedagogía de la Ternura, del Cariño, de los Afectos, o del Corazón. La Pedagogía del Amor no es una doctrina nueva, tampoco es una teoría propiamente dicha, es un estilo educativo que invita al docente a que haga uso de su verdadera vocación, fundamentada en la comprensión y la tolerancia, además de sus valores y virtudes. El educador debe ser, ante todo, amigo de sus alumnos, ganándose su confianza, respeto y cariño.
El amor es un concepto universal, aplicable a cualquier relación,es decir no se limita a la pareja o a los hijos, sino que puede ir más allá. En este caso, la pedagogía del amor se refiere al ámbito educativo, al desarrollo del proceso de enseñanza- aprendizaje de la manera más apropiada y eficaz. Al respecto, Edgar Morín afirma:
“La idea de amor no se haya circunscrita únicamente alrededor de la reproducción de la pareja, de la familia, del clan, de la nación: ha surgido como idea general, que expresa una ética propiamente humana-“amaos los unos a los otros”- y una exigencia orgánica de humanidad- “el género humano es la internacional”.
El eje fundamental de la pedagogía del amor es, obviamente, el amor, ya que genera un movimiento empático que provoca en el educador la actitud adecuada para comprender los sentimientos del educando y, en cierto modo, prever su comportamiento, por lo cual constituye uno de los pilares básicos en los que ha de sustentarse la educación.
Igualmente, la Pedagogía del Amor exige al educador que reconozca cada uno de los logros del educando y lo felicite por ello,porque su personalidad es inmadura y necesita continuamente del estímulo, del aliento y de la motivación para seguir adelante. De ahí que las burlas y ridiculizaciones y, más aún, las descalificaciones,aunque sean en tono de broma, incrementen su inseguridad, le produzcan malestar y disminuyan su autoestima. La pedagogía del amor exige reconocer y aceptar al educando tal cual es y no como nos gustaría que fuera, porque sólo conociendo y aceptando sus valores y sus defectos, sus aptitudes y sus carencias propenderemosa potenciar y desarrollar los primeros y a corregir y a enderezar los segundos. La aceptación constituye, pues, el punto de partida del proceso educativo.
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